Nunca hay silencio.
En el espacio se cuela música,
viento que da golpes en ventanas,
el tren, ladridos,
silbido de humo entre los labios,
el papel y su leve crujido.
Así, en el cuerpo no
hay vacío.
Aunque el destinatario
sea incierto o cambiante
me hipnotizarán tatuajes nuevos,
me inundarán plétoras de sangre,
me aturdirán impulsos y latidos,
se arquearán las plantas de mis pies
delgados,
se reinventará la
escena,
la ruta será invitación irrenunciable,
el sol acelerará la destilación
de mis fluidos.
Etéreas, atávicas, flameantes
todas las hembras de mi casta
me empujan a vivirlo.
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