Cuando me inclino en tu cama
me llevo los sueños,
las mediasluces, las palabras
que pasan a ser
glóbulos soleados circulando
en avenidas y callejas
de mi sangre brava.
Cuando me duermo
sin mirar el reloj
ahí, entre el perfume
almizcle de tus brazos,
pasan a ser mios
tus temblores,
tus oscuras pesadillas,
tus miedos ordinarios.
Cuando escucho
tu gutural scream
me subo irreverente
hasta el cenit
e intuyo el color
de tu deseo urgente.
En cambio vos,
cuando pasa el instante
no te llevás nada en la mochila.
Ni almíbar de saliva,
ni dulce de vocablos,
y sigue tu vida
como si nunca
hubiéramos bailado.
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